Existe
una relación característica entre el deporte y la sociedad del consumo actual,
ya que la afición que despierta el primero es una vía de entrada para la
segunda. Efectivamente, el deporte despierta en la mayoría de los seres humanos
las más enardecidas pasiones, y es en virtud de este poderoso sentimiento que
quienes percibimos al deporte de tal manera queremos hacer ostensible nuestro
amor por un equipo o disciplina, y es ahí donde yace el blanco del consumismo.
Siendo el fanatismo un acompañante típico de los deportes, toda la parafernalia
que rodea a éstos serán bienes que no dudaremos en adquirir, desembolsando
incluso mayores cantidades de las que erogaríamos en otros productos, pues la
pasión necesita exteriorizarse ya sea por medio de camisas, bufandas, banderas,
escudos, etc.
El
deporte y la sociedad del consumo no sólo se relacionan gracias a la afición
producida por el primero, sino también porque la práctica misma de cualquier
deporte implica la adquisición de ciertos medios, instrumentos y ropa. Pensemos
en el futbol, que siendo quizá el deporte más austero, necesita aun así de
zapatos especiales, una camisa adecuada y un balón, como mínimo. Imaginémonos
entonces lo que implican los deportes más elitistas, tales como el golf, el esquí
o la equitación.